jueves, marzo 08, 2007

José Raúl Capablanca


A 65 años de su fallecimiento, el genial ajedrecista cubano es recordado en todo el mundo por el derroche de talento con que apuntaló la trascendencia de una brillante carrera.



MORIR a los 53 años es siempre una injusticia del destino. Más para un hombre como José Raúl Capablanca, arrancado de la vida a esa edad, un día como hoy, cuando aún tenía mucho que aportar al mundo del ajedrez.El genial cubano falleció el ocho de marzo de 1942, impactado por una hemorragia cerebral mientras disfrutaba de una de sus habituales tertulias en el Club de Ajedrez de Manhattan, en Nueva York, Estados Unidos.


Con él se fue una manera diferente de encarar el juego ciencia, un sello extraordinario de talento natural, un milagro de la técnica ajedrecística, una precisión inigualable en los análisis...Esos y otros muchos calificativos trataron de resumir el genio de quien a 65 años de su desaparición resulta todavía punto de referencia obligada para quienes pretenden brillar en el arte de los trebejos o desentrañar el misterio de la sencillez con que encauzaba cada posición.


El reinado mundial le llegó en 1921, con 33 años, pero había descubierto el fascinante juego desde los cuatro y con apenas 12 logró el máximo título de la Isla, para luego impresionar al resto del planeta en 1909, cuando venció al campeón norteamericano Frank Marshall.Inició así una carrera abundante en éxitos internacionales que tuvo su cumbre al derrotar al alemán Emmanuel Lasker por la corona universal, exhibida hasta 1927, cuando cedió frente al ruso-francés Alexander Alekhine, quien jamás tuvo coraje para ofrecerle la revancha.


Este fue categórico al calificarle el «más grande jugador de todos los tiempos», y reconoció en una ocasión: «No entiendo ni ahora, después de tantos años, cómo he conseguido ganar a Capablanca».Pero no resultó el único de sus contemporáneos que se deshicieron en elogios hacia él. Otros como Rudolf Spielman, Savielly Tartakower y el propio Lasker, también expresaron su admiración por la magnitud del cubano.Lasker comentó: «He conocido a muchos jugadores de ajedrez, pero entre ellos solo un genio, ¡Capablanca! El genio se revela en su capacidad de poner a prueba los puntos débiles del oponente.


La menor debilidad no puede escapar a su certera mirada».Su grandeza también impresionó entre sus predecesores. Para el ruso Mijail Botvinnik «el juego de Capablanca producía, y sigue produciendo un irresistible efecto artístico. En sus partidas predominaba una tendencia a la sencillez, y en esta sencillez existía una belleza única, genuinamente profunda».Anatoly Karpov, otro ruso genial frente a las 64 casillas, y justamente comparado con él, aseguró: «El ideal en ajedrez solo puede ser una imagen colectiva, pero en mi opinión es Capablanca quien se acerca más a esa imagen. Su libro fue el primer libro de ajedrez que estudié, de principio a fin».También ruso y grande como pocos, Garry Kasparov, fue más allá.«Casi no hacía nada y trabajaba mucho menos que otros jugadores, lo que no le impidió ganar los torneos y encuentros más importantes, manteniéndose invicto durante años.


¿No es esta una indicación de talento ilimitado, de indudable genio ajedrecístico?», sentenció.Esos y otros criterios multiplican su alcance porque subsisten en medio de adelantos tecnológicos y sistemas de preparación que agudizan la mirada hacia el pasado, desde donde se mantiene inamovible la influencia del hombre que ganó 302, de sus 583 partidas oficiales.Cálculos de expertos aseguran que pactó 246 tablas y solo fue derrotado en 35 ocasiones, y sitúan en dos mil 725 puntos su coeficiente Elo, aunque tal sistema no apareció hasta mucho después.


Las estadísticas indican que se mantuvo invicto entre 1916 y 1924 pese a la amplia actividad desplegada en ese período, cuando disputó 63 encuentros en variados torneos, expresión de la intensidad con que dio rienda suelta a un talento tan abundante como poco cultivado.Así es evocado hoy, mientras miles de jóvenes y adultos vuelven a su legado en todo el orbe y la Cuba que le sabe entre sus más grandes deportistas exhibe éxitos y apuntala el futuro del ajedrez.



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