lunes, noviembre 27, 2006

Fidel no abandona a ningún cubano


Dos técnicos deportivos cubanos fueron apresados el 11 de septiembre de 1973, horas después del golpe fascista que derrocó al presidente constitucional de Chile, Doctor Salvador Allende. Transcurridos 30 años, Orlando Torrado rememora la agonía de 44 noches soñando con la libertad y el regreso a su Cuba querida.



«REALMENTE no medí las consecuencias al responderle al oficial chileno al tercer día de estar preso. Le dije que Fidel no abandonaba a ningún cubano, que nos sacaría de allí, y eso se cumplió 44 días después.»

Así comenzó el emotivo diálogo con Orlando Torrado Edwing, un profesor de pintura, graduado en la célebre escuela de San Alejandro en la capital cubana, que prefirió dejar el arte y ponerse a disposición de la Revolución triunfante en su Habana de 1959.

Orlando había llegado a Santiago de Chile el 30 de agosto de 1973 para impartir asesoramiento técnico sobre el montaje de desfiles gimnástico-deportivos.

Antes, en junio, lo había hecho su compañero de infortunio entonces, hoy residente en el exterior, Héctor Argüelles, entrenador de béisbol.

Propio de hombres libres, ambos se presentaron ante la comisaría de la norteña ciudad de Iquique, tras el golpe militar, a solicitud de las propias autoridades y para no comprometer al alcalde local, su amigo Jorge Soya.

«Estábamos haciendo nuestro trabajo, íbamos bien, cuando llegó primero como rumor y después de manera oficial lo ocurrido en la capital. Veíamos el ir y venir de los militares. A mí me llevaron para el campo de fútbol, junto a un grupo desde la comisaría donde me presenté», indica buscando en su memoria cada detalle.

Recuerda las infrahumanas condiciones en el estadio, donde abrieron un hueco para usar como letrina, las noches en contenedores y la prisión, todos testigos de abusos, vejaciones, interrogatorios y torturas.

«Nosotros no fuimos torturados físicamente, pero sí sicológicamente para que declaráramos que estábamos allí formando a comunistas y no en la función que desempeñábamos. Incluso uno de los que me interrogó me preguntó si pertenecía al Partido Comunista de Cuba. Le busqué una salida salomónica al responderle que en Cuba había un solo partido. Él, que seguramente tenía esa información, solo movió los hombros para de inmediato volver con sus injurias sobre nuestro trabajo», indica.

En medio de tanta adversidad y sufrimiento, hacinados en un cuarto de un metro por tres donde dormían 15 prisioneros, los cubanos vivieron momentos de solidaridad.

Muchos presos que intercedían por ellos e incluso militares, quienes delante de los altos oficiales asumían una postura y en su ausencia eran otros, están en las anécdotas de este hombre moreno de 78 años, fundador del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER).

«Ellos preguntaban mucho cómo era Cuba, sus gentes. De qué tamaño era Fidel que podía llegar tan lejos. Vi salir a algunos que jamás regresaron y a otros que fueron llevados a interrogatorio y traídos hecho guiñapos. Imagínate que a uno lo curamos con el orine de varios de nosotros. Era lo único que teníamos para las heridas de aquel chileno valiente», indica.

Mientras ello ocurría en Iquique, en Santiago se hacían gestiones en pos de la libertad de la pareja de cubanos. No eran los únicos extranjeros privados del preciado derecho universal, pero mucho se temía por su vida, conocida la ferocidad de quienes bombardearon el Palacio de La Moneda y dieron muerte al presidente constitucional.

La historia quiso que este cubano culto fuera testigo de primera mano del inicio de uno de los gobiernos dictatoriales más sanguinarios que conoce la humanidad.

Gracias a la gestión de las diplomacias sueca y cubana salieron de la cárcel de Piragua —donde en 1941 hubo una matanza de comunistas— vía Perú, para regresar a la patria y ser recibidos como héroes.

Estuvo, a pesar de las propuestas, años sin viajar al exterior, pero una tía querida le sacó del trance: «Van a pensar que tienes miedo que te apresen como lo hizo Pinochet».

Ello bastó para que el orgullo y la determinación de este Vanguardia Nacional de los Trabajadores del Sindicato de la cultura y el deporte reaccionara.

Experto en pizarras humanas, fue gestor de las que tanto brillo dieron a los Juegos Centroamericanos y Panamericanos realizados en Cuba en 1982 y 1991, respectivamente, entre otros.

Jubilado, pero no retirado, como él mismo plantea, sirve con su asesoramiento continuo y su pedagogía a lo que él considera su novia de siempre, la Revolución Cubana.

«Mucho antes del triunfo de 1959 me entregué a ella como lo que soy, un soldado más, porque te reitero, voy siempre con Fidel, quien jamás me abandonó, ni siquiera en los peores momentos de la cárcel en Chile.»

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